
Monticello
Víctor J. Vázquez
¿Qué jueces queremos?
Alto y claro
Algún día los historiadores desentrañarán el misterio de quién y para qué impulsó la masacre que los terroristas de Hamas perpetraron en territorio israelí el 7 de octubre de 2023, con el balance de centenares de muertos y el secuestro de decenas de rehenes, muchos de ellos asesinados con posterioridad y algunos todavía en paradero desconocido. El que decidió aquel ataque en suelo israelí sabía la tormenta que iba a desatar. Una acción de ese tipo era la espoleta para que un Benjamín Netanyahu, entonces en horas bajas y con problemas políticos que comprometían su supervivencia, hiciera estallar la bomba que llevaba cebando mucho tiempo.
La matanza le daba al líder sionista la excusa perfecta para hacer una jugada de largo alcance con el objetivo inmediato de borrar a Gaza del mapa, anular la amenaza permanente de Hamas, desarticular a Hezbolá en el sur del Líbano y, lo que era la pieza de caza mayor dentro de esta estrategia, acabar con el régimen de los ayatolás en Irán y con sus planes de armamento nuclear, lo que supondría eliminar el principal obstáculo para la seguridad presente y futura de Israel.
Para desarrollar esta estrategia, Netanyahu no ha dudado en actuar con una crueldad infinita en su vecina Gaza. Los casi sesenta mil muertos que ya acumula la ofensiva israelí constituyen un genocidio al que la comunidad internacional asiste mirando para otro lado. Si occidente y su ideal de Justicia y de respeto a los derechos humanos sobreviven a las convulsiones que registra el mundo, el líder judío se tendrá que sentar algún día en el banquillo de un tribunal internacional para responder de esta infamia.
Machacada Gaza, Israel se ha lanzado contra Irán. El riesgo de un conflicto regional de enormes magnitudes y de estrangulamiento de la economía occidental por la subida del petróleo es evidente. No lo hubiera hecho sin la complicidad activa de Estados Unidos, que ha jugado a lo largo de todo este conflicto el papel de avalista y escudo de Netanyahu. La participación directa de los norteamericanos en los bombardeos contra instalaciones nucleares iraníes demuestra que Trump está dispuesto a incendiar Oriente Próximo sin importarle las consecuencias. Los riesgos que se abren ponen al mundo, y esta vez está muy lejos de ser una exageración, al borde del abismo.
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