Patatillas y asustaviejas

La colmena

02 de julio 2025 - 03:06

Como no quiero entrar en las quinielas de hasta qué punto está el Gobierno moribundo (con Pedro Sánchez no hay bola de cristal que valga), me voy a situar en el polo contrario. Aunque no se lo crean, hay un Gobierno que gobierna, que gestiona y que aporta soluciones a problemas cotidianos. El responsable es Pablo Bustinduy, de Sumar, pero me vale. Me refiero al anteproyecto de Ley de Consumo Sostenible que ha impulsado el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. Les cuento.

Se acabó aquello de comprar una bolsa de patatas fritas, o de palomitas, o de nachos, o de gusanitos, pagar lo de siempre, abrirla y ver que te sobra plato. La mitad, aire. ¿Y ahora cómo nos zampamos los boquerones en vinagre de mi madre? Lo dicho: ¡un problema!

Sobre las reventas y los precios elásticos ya he escrito en alguna ocasión. Entras en la web, reservas, te lo piensas y, cuando coges la tarjeta para pagar, ¡cuesta el doble! La dictadura de la oferta y la demanda. ¿Será verdad que siempre haya decenas de personas con los mismos titubeos que tú? No me lo creo.

Me sitúo ahora en mi pueblo. Lo que costó prohibir que los comerciales de las energéticas se colaran en las casas de nuestros abuelos, se sentaran a la mesa camilla y les calentaran tanto la cabeza que acabaran buscando la cartilla (de papel) para abandonar la tarifa regulada por el tramposo ofertón de la libre. ¡Zape! Pues la publicidad del miedo también se va a acabar. Aunque tiene letra pequeña, qué gran avance frenar el terror de quienes venden alarmas para casas. ¿Vives solo? ¿Te vas de vacaciones? ¿No tienes miedo? ¡Pues no!

La ley incluye medidas muy potentes contra el llamado ecopostureo o greenwashing (no todo es eco y bio, y azul y verde, y saludable), prohíbe que se promocionen combustibles fósiles, vehículos contaminantes y vuelos cortos si hay alternativas más sostenibles (justo hoy, mejor no hablemos de la tranquilidad del AVE), ataca a las empresas que producen productos diseñados para morir (la famosa obsolescencia programada) y obliga al etiquetado de reduflación, la merma de patatillas.

Es un anteproyecto, sí, luego hay que aterrizar las medidas en comunidades y ayuntamientos y, sobre todo, hay que fijar un sistema de inspección y sanción que lleve la teoría a la práctica. No soy ilusa, pero me gusta. Si les digo la verdad, es la única razón por la que hoy no he apagado el telediario.

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