Dos salas

El mundo de ayer

06 de junio 2025 - 03:07

Una de las primeras cosas que hice al mudarme a Madrid fue sacarme la tarjeta anual de Museos Estatales. Siempre que había visitado un museo grande –el Met, el Louvre, la National Gallery–, había vivido ese agobio que sienten los turistas obsesionados con verlo todo: un museo no se puede ver del todo ni bien en un solo paseo, en un solo día. Por eso me acerqué a las taquillas del Museo del Prado y pagué mis 36,06 euros de rigor, un precio ridículo si uno piensa en lo caro que está todo y en las puertas que se le abren con ese cartoncito plastificado: las del Prado, por supuesto, pero también las del Reina Sofía, y el Romano de Mérida, y Altamira, y el del Greco en Toledo… Ninguno en Andalucía.

Le di buen uso a mis carnés, y los últimos dos años me propuse hacer lo que siempre envidié de los habitantes de las grandes capitales europeas: acercarme un día a uno de esos grandes museos, escoger una o dos o tres salas a lo sumo, observar con atención cada cuadro y cada cartela, reposar la mirada, y salir sin pensarlo dos veces al más mínimo síntoma de cansancio o pesadez mental. Así lo hice. Visité el Prado treinta, cuarenta, cincuenta veces. Aún me queda una salita con cuadros de Rembrandt, creo que en la segunda planta, que es el reino de los cartones para tapices de Goya.

Muchos días complemento mis visitas al museo con unos vídeos que sube su cuenta de Instagram cada mañana, de lunes a viernes, en los que hablan historiadores del arte, restauradores, músicos, expertos en plantas, en enfermedades, en moda, y a veces también famosos. Uno de los últimos anfitriones ha sido el Rey, que con motivo del vídeo mil ha compartido algunos datos sobre Las Meninas, añadiendo así una nueva capa de significado a ese cuadro lleno de miembros de la corte y, sobre todo, de aire.

Sueño con haber visitado el museo al completo, pero sé que es un sueño imposible, porque un museo siempre guarda en la manga exposiciones y conferencias, y obras en sus sótanos, y también porque un museo no se puede conocer nunca del todo, aunque uno no esté de visita y pueda volver a su antojo. Los museos son como esos bosques callados que mueren y renacen sin verlos, o los mares cuyas aguas son siempre nuevas a su modo, aunque pensemos que bañaron a los dinosaurios. Son organismos vivos y frágiles que precisan atención y cuidados y que pasan por distintas etapas. Y están deseando encontrarse con nosotros.

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